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Cuando era un niño, la casa de su abuelo Rafael era un poco diferente. Una casa muy grande, con vista al río Tomebamba, y donde en la actualidad funciona el Museo del Sombrero de Paja Toquilla. Los espacios lucen algo distintos, llenos del amigo de siempre, el sombrero.

Juan José Paredes nos recibió en la terraza del Museo, con una taza de delicioso capuchino. “Yo crecí aquí, jugando con los sombreros, supuestamente ayudando, o capaz estorbando a los trabajadores. Corría entre las máquinas y aprendí a prensar, las cosas como juego crecen y se vuelven pasión”, recuerda. Él, pertenece a la tercera generación de una familia que dedicó su vida al sombrero ecuatoriano. Hoy se desenvuelve como Jefe de Comunicación del lugar. Y lo constatamos, le fascina la buena conversación.

“En la familia hemos trabajado en sombreros por más de sesenta años. Le tengo tanto amor a los sombreros como a mi ciudad. No me concibo a mí, haciendo otra cosa que no sea reconocer lo que hacemos en Cuenca. La herencia que me tocó no la elegí, pero soy agradecido de que me haya tocado. Y hay una cuarta generación que esperamos que amen esto de igual forma, tengo sobrinos pequeñitos o mi hija recién nacida, a todos les ponemos sombreros y son felices, como juego, como fue para mí, de niño”, menciona. En efecto, Rafael Paredes era un comerciante que se dio cuenta del boom del sombrero y vio una oportunidad. Tenía una familia grande a la que debía dar sustento. Al principio los sombreros se exportaban, no había una tienda ni el museo. En estos 60 años se calcula que han exportado más de un millón de sombreros. No se enviaban con forma, eran más bien sombreros recién acabados de tejer: en campana, sin talla ni tamaño de ala específico. Se mandaban a Inglaterra, Brasil y muchos otros lugares.  “El negocio lo siguió mi padre Juan Fernando, con sus hermanos. Y es grato ver como el tiempo va pasando y esto sigue. Este es un trabajo que compartimos con la ciudad, y el museo es un espacio abierto al público con cerca de 40.000 visitas al año”, agrega Juan José.

Retrocediendo al inicio del siglo XX, los sombreros se llamaron inicialmente Panama Hat por la coyuntura de la visita al canal de Panamá del presidente estaunidense T. Roosvelt, quien usó el sombrero, por supuesto enviado desde Ecuador. Lógicamente, no existían medios para indagar sobre el origen y se acogió el nombre que surgió en ese momento. Al respecto, Juan José Paredes acota: “Estamos en esta cruzada del uso correcto del nombre, Ecuadorian Hat o Sombrero Ecuatoriano, sobre todo por los artesanos, porque su trabajo está reconocido como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, el conocimiento del tejido del sombrero. Y nosotros no existimos sin ellos.”

Si bien el sombrero es muy antiguo, también es un artículo de moda y la moda es versátil. Quien se encarga de esa innovación en la empresa es Renata Paredes. “Es mi hermana la que está siempre cazando la moda, pero apoyándonos en la historia que tenemos. La clave es adaptarnos, si queremos algo retro, algo actual o algo futurista: un sombrero. Esto de estar a la vanguardia está enfocado en el diseño, en los colores, las formas, siempre mirando las tendencias, porque el sombrero nunca se ha dejado de usar. Aquí usamos menos el sombrero que en cualquier otra parte, pero salimos de acá y nos lo ponemos. Sin embargo, la gente se está interesando, ve que el sombrero se adecúa, que no es un artículo anticuado o sólo una artesanía”, señala Juan José.

En el Museo del Sombrero han recibido a políticos, artistas, embajadores. En ocasiones, descubren a personalidades que les gusta pasar por desapercibidos como un Dj muy reconocido, o por el contrario, gente como el Embajador de EEUU, que llegó con todo su séquito. Ni qué decir del actor Damián Alcázar, que estuvo en el museo tomando café, conversando por varias horas y se llevó un sombrero para su colección, pues junta sombreros de las películas en las que actúa. También estuvieron con los mexicanos Molotov, que se fueron con sus respectivos sombreros.

Proyectándonos un poco en el tiempo, Juan José concluye que quisiera que el Ecuadorian Hat sea igual de famoso, ya con su nombre propio. “Soñamos con llevar los sombreros a desfiles gigantes, que un diseñador importante lance una colección combinada con sombreros ecuatorianos. Que los líderes de opinión se conviertan en embajadores de nuestro sombrero, que ya lo estamos haciendo. En el Museo, nos visitan estudiantes y tenemos ese deseo de hacer que amen esto. Si empezamos contagiando de eso a los niños, derivará en que la gente en 20 años sea más empoderada. No es una cosa del Museo del Sombrero, es una cosa de país”, completa.

Por demás decir que el recorrido por el Museo no se cuenta…hay que hacerlo.

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