“Suelo enamorarme de alguno de ellos…”

Les puso el nombre por casualidad. Cuando era niña, llegaba con un muñeco y el típico tío querido le decía: estás con un mampuchito. Mampucho significa “muñeco mal hecho” y la artista María Belén Ochoa es la máquina que les da vida. “De todo puede surgir belleza y cosas interesantes. Los muñecos fueron como un hobby, pero se terminaron convirtiendo en una fuente y una forma de vida. Son muñecos de diseño, veo qué quiero hacer y empiezo a jugar. Nacen ideas, hacerlo con un ojo más grande, vestirlo elegante o fachoso y comienza a tomar identidad, descubro su personalidad. Ningún mampucho se repite, ninguno. Ellos mismo con su cara, con sus ojos, me van diciendo qué cabello, qué cosas quieren tener. Es un juego que explaya la mayor creatividad que puedo generar”, cuenta.

Empezó a hacerlos porque le gustaban los duendes, y era muy raro verlos en Cuenca. La primera figura que tuvo la compró en un viaje, cuando tenía 15 años. Empezó a coleccionarlos, se los traía su papá y otras personas, de sus viajes. Por coincidencia, llegó a la ciudad un artesano que hacía duendes y mientras los creaba, María Belén pudo ver cómo los armaba, e intentó hacerlo por su cuenta. En lo posterior, investigando, se dio cuenta que es una técnica de muchos años, de países europeos. “Hacía mis propias figuras, principalmente duendes y brujas. Se vendían como pan caliente pero la verdad me aburrí, dejé de hacerlos. Luego, estudié una licenciatura en Arte Teatral y tuve un taller de títeres, de nuevo me entró ese bichito. Esta vez hacía muñecos con expresión propia, payasos, bichos, lo que quería era explorar mi creatividad”, dice la artista.
Los mampuchos se han ido desarrollando a nivel de materiales, de técnica y de personajes. Al principio usaba masa epóxica y telas, ahora usa porcelana fría, y más estructuras de cuerpo. “Suelo enamorarme de alguno de ellos. Hace poco hice uno con cabeza de lobo, rojo, con un traje elegante, y esos son los que más me cuesta vender, me cuesta ponerles precio, en ese caso lo que hago es regalarlo a alguien especial. Tuve la oportunidad de colaborar con la elaboración de títeres de la Flauta mágica de los Andes, una producción del Teatro Nacional Sucre en Quito, estuve con una maestra española, y a ella le regale ese mampucho. Hice un títere de dos metros para una obra de teatro del Municipio de Puyo, ese es el más grande que he hecho. De la que más orgullosa estoy es de Lucía, la primera que hice, me acompaña en mi obra La Maldición de los zapatos rojos, ella es mi única y verdadera obra de arte”, remata María Belén.
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