Vivía en Quito, y volvió a Cuenca con el plan de tener un proyecto cultural, con una Maestría en Ciencias Políticas con énfasis en la Cultura bajo el brazo. Johana Cruz, vio que la debilidad no estaba en la creación de los productos culturales, más bien el asunto era la distribución.

“En Cuenca somos súper progresistas e innovadores. Pero cuando ya creas el producto cultural, ¿cómo se distribuye? Ese es el eslabón débil de la cadena de la cultura en Ecuador. Y Cuenca es un caso loco, porque a pesar de que en el imaginario está que es una ciudad cultural, estadísticamente, los números son bajos para la gente que puede vivir de la cultura, al igual que la gente relacionada a los saberes ancestrales y el patrimonio intangible”, dice Johana.
Y si ella quería hablar de cómo se mueven las cosas culturales, hablar de política pública y de cómo reforzar esta circulación de productos culturales, había que tener un caso experimental real, en el que se pague arriendo, sueldos, impuestos, etc. Todo empezó por ahí. Con María Rosa Sarmiento, abrieron la galería y tienda de diseño Pájarogato con la visión de tener objetos y productos culturales, a manera de souvenirs, bisutería, camisetas, cuadros. “Desde este lugar, siento que puedo decir algo sobre temas culturales. Aún no se entiende bien en el país cómo trabajarle a la cultura, cómo potenciarla. Hemos visto en casos de México, Bolivia, Colombia, una resistencia y una unión de los actores culturales para presionar al Estado por verdadera política pública, de lo contrario somos gestores solitarios”, expresa Johana Cruz.

¿Y de dónde salió este singular nombre? Pues, hace unos años se pusieron de moda los nombres ancestrales, y sin embargo no quisieron ser parte de la tendencia porque no querían ser asociadas con una sola cosa. Por el contrario, ser una hibridación. Se basaron en la lechuza y salió el ave-gato o pájaro-gato. La búsqueda de productos fue por la línea de toda creación nueva que tenga diseño, que mezcle técnicas ancestrales y modernas.
Algo positivo: comenzaron a mover las cosas solas. Se trabaja con redes de mujeres y Johana habla con brillo en los ojos sobre todo eso, el trabajo de las mujeres del Centro de Bordados Cuenca, que incluso tienen un premio de la Unesco y que también venden cosas en Pájarogato. Las mujeres del Tena les dejan sus muñecas que elaboran en tela y en balsa, con pelo de pita que es una yerba del Oriente. En Pájarogato comparten con estas mujeres el know how sobre finanzas, para respaldar su trabajo. En cuestión de lana trabajan con mujeres del Sigsig. Algunas de sus creaciones las combinan en collares y les dan salida. Johana habla de esto: “Muchas veces les muestro fotos de productos. Hay que pasar por las diferentes fases. Los niños aprenden a hablar imitando, y es bueno ver lo que se está haciendo para llegar luego a la fase de innovación. También las guiamos en los tiempos de producción y es porque igual lo hemos hecho. Para sacar ciertos colores, me he quemado y he quemado las ollas de la casa de mi abuela (risas), pero ya sé cómo es y estamos también para ayudar en eso, no sólo vender sino participar en mejorar los procesos. Tenemos a una artista con unas acuarelas fabulosas y que tenía el problema de un horno, pues colaboramos para el desarrollo del horno. Desde el inicio queríamos sacar productos nuestros, experimentamos con diseño gráfico y textil, y lo tenemos ahora.”
Además, están los talleres de Pájarogato, que empezaron por esta relación con las personas con las que trabajan. El primer taller fue de telares. Quizás la gente que trabaja en oficinas, las amas de casa o los niños quieren algo para hacer los sábados que no sea tan formal como un curso, sólo distraerse, aprender una técnica y hacer una cosa para sí mismo. Así que han hecho talleres de cerámica, de chocolate, de muñecas, mandalas, en fin, más de 50 talleres y eventos en dos años. Se dieron cuenta que la gente que entraba a la galería, también disfrutaba de quedarse a tomar un té y su té de rosas se ha vuelto muy popular, al igual que la línea de chocolates puros y las cáscaras de lima y limón con chocolate.
Johana concluye: “Mi plan es envejecer en Cuenca, teniendo un espacio multidimensional donde pueda servir a la gente con algo que te pueda emocionar. Que nos podamos sorprender de un lugar bonito, donde ves y pruebas cosas diferentes, que te hacen feliz. Quiero mirar en la cara de la gente la magia que noté en la cara de mi hija cuando vio por primera vez granizo, ver algo así en gente adulta, eso es muy lindo. Te hace emocionarte…”
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