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Marzo, 2017. La casa patrimonial que alberga a La Guarida abría las puertas para presentar una primera obra de teatro. La gente, curiosa, mira los adobes restaurados, percibe el olor fresco de la madera. En este lugar, hicieron el horno del mismo barro de las paredes, se reusaron las escaleras, las tejas, muchos elementos. Y el corazón de este sitio comienza a latir, late por la cultura.

El hombre atrás del proyecto es Andrés Zambrano, transeúnte del arte, muy apasionado y a ratos, extremadamente honesto. Vivió 15 años en New York, estudió Teatro y Literatura. Andrés nos cuenta: “A mí me mataron en el colegio, como Federico García Lorca. Mi profesora de Literatura dijo que me van a fusilar y que me haga el muerto. Tenía además un profesor muy entusiasta de Colombia, que hacía que interpretemos el sentido de los textos. Y llegó algo, llegó simplemente una pasión. De ahí, ir a ver teatro en Nueva York. La Universidad nos llevaba por el camino de hacer trabajos propios, pero también de aprender mucho del teatro clásico. Aprender a mirar.” Dice Andrés que La Guarida es un sueño personal, un sueño de volver, porque nunca se adaptó al sistema y la sociedad norteamericana. “Una de las cosas que quería hacer con mi vida era dedicarla a la cultura y teatro, pero no sabía cómo. Cuando llegué vi todo este nuevo ambiente que estaba pasando en Cuenca, especialmente República Sur, cine, música, teatro, gastronomía. Hasta me dieron iras porque era lo que yo quería hacer primero (risas), pero no estamos en competencia. De ahí viene la necesidad de crear un espacio camaleónico, que pueda servir a muchos intereses. Pensar en lo nuestro, vivir en el adobe, cosas simples”, comenta.
Encontraron una casa, y a Andrés siempre le llamó la atención el patrimonio de Cuenca. “Hay casas hermosas que han sido restauradas, El Mercado, y un sinnúmero de ejemplos. Encontramos esta casa y comenzamos a reconstruir. La casa fue tomando personalidad, se reutilizó lo que supuestamente era basura. Quisimos darle una vida diferente y elevarlo”, apunta. Como anécdota, Andrés recuerda que nunca se fue de la construcción, vivía en la tienda que había ahí, hasta enfermó en el proceso. Cocinaba y les daba las viandas a los maestros, tenía el empeño de servirles colada en lugar de gaseosa. Cuando La Guarida empezó a funcionar, el público preguntaba por más. Llegaban extranjeros, pero también muchos cuencanos, a pesar de que Andrés cree que falta mucho por descubrir sobre lo que las personas quieren en Cuenca. “Voy a decirlo aunque me meta en problemas: No existe el teatro en Cuenca, existen monólogos y cosas así. Vi la necesidad de tener un espacio donde podamos ensayar, conversar, leer obras de teatro. Eso es La Guarida. Hacíamos conciertos también, y con ese material, creamos un canal de Youtube llamado La Guarida Sesiones, que es uno de los esfuerzos de los que más orgulloso me siento.  Pero poco a poco me fui dando cuenta que La Guarida no está para eso, está en búsqueda de su propia identidad. Vamos a hacer algo acústico, otra onda, otro color. Y seguiremos con la proyección de películas, todos los lunes y martes. Ha sido un reto entender cómo se mueve el público y qué necesitamos”, acota. Zambrano compara a La Guarida con un niño al que se le está dando gusto. A este punto, el niño se tiene que desarrollar y la aspiración es volverse un centro gastronómico. “Esa es la visión que estamos implementando con chef Robin (quien trabajó en Le Petit Jardin), utilizar productos frescos, lo orgánico, no tener cosas congeladas. Cosas que pueden parecer torpes, porque el cliente no lo sabe, pero nosotros lo sabemos”, dice Andrés. Desde el 2 de septiembre lanzan su nueva carta, como cafetería. Robin es del Oriente, se une a la conversación e intercambiamos criterios sobre la posibilidad de comer un buen maito en Cuenca. Les preguntamos cuáles son los sueños. “Si nos va bien, quisiéramos expandirnos, irnos a Mompiche o a Zamora, lugares que la gente no pensaría, y en los tres locales tener un diferente menú de Costa, Sierra, Oriente. Ayudar a cambiar la topografía gastronómica, con nuestros productos, y obviamente, seguir enfocados en la parte cultural. No es por masajearme el ego, pero sí creo que estamos cambiando la cara del barrio La Convención del 45, que la gente decía que es peligroso o que no hay nada que hacer. Queremos crear experiencias completas. La Guarida ofrece eso, productos culturales y gastronómicos”, señala Andrés. Y sí, lleva tiempo. Y trabajo en equipo. Eso en La Guarida, lo saben bien.

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