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La historia comenzó porque sus padres decidieron venir a vivir a Cuenca. Lindsay Burton vino de visita, y decidió quedarse porque amó la ciudad desde el primer minuto. El ritmo tranquilo de vida, de hecho, le pareció similar a su natal Hawái. En ese tiempo no había muchos locales de ese estilo, Chiplote y La Cigale, menciona Lindsay. Vio una oportunidad, vendió todo, llegó acá y abrió un negocio. El San Sebas Café.  

Lindsay estuvo un tiempo en Quito, colaboraba con una fundación infantil dando clases de inglés. Un año luego de su llegada a Cuenca, llegó también su hermano, Adam. Él, trabajaba en California, en centros de eventos y música. Lugares muy grandes que convocan a miles de personas para conciertos y cuentan con sus propios restaurantes. Se sentía frustrado con la vida estresante y acelerada. Cuando llegó de visita, también se quiso quedar. Lindsay recuerda cómo empezó el Café San Sebas: “Había trabajado en varios restaurantes y mi hermano también, conocimos diferentes culturas y diferentes tipos de comida. Hay mucha gente aquí que viajó a EEUU o vivieron allá y extrañan ciertas comidas, los desayunos. La idea inicial era tener una cafetería de desayunos. También cogimos un poquito de esas experiencias gastronómicas que tuvimos en diferentes países. En San Sebas servimos “comfort food”, comida que te hace sentir lleno, contento, y que te trae recuerdos. Además de los brunch, las hamburguesas son muy populares, las ensaladas como las sirven en EEUU, la comida ¡en porciones muy grandes!”, cuenta entre risas.
Y sin embargo, Cuenca es una ciudad bastante tradicional en sus sabores, y la gente no piensa -generalmente- en ir por unos bagels, hash brown o un wrap, ¿cómo fue entonces esa introducción a la cultura cuencana? “Al principio, tuvimos que hacer algunos cambios en los sabores. Por ejemplo usamos muchas especias y bajamos la cantidad, porque a la gente le parecía muy picante o algo así, adaptamos la carta al gusto de la gente de aquí”, dice Lindsay. El entorno también era diferente hace una década. Contrataron seguridad y tuvo que limpiar grafittis de las paredes casi a diario. Aunque, a manera de anécdota, comenta que el Alcalde era cliente de la cafetería y se preocupó por ayudar. “Ahora las cosas son diferentes, alrededor del parque San Sebastián hay comida china, thai, la cervecería belga, entonces es como un pequeño parque gastronómico. Y tenemos buena relación con todos”, acota Lindsay. Se nos une Adam, y cuenta lo que para él es muy significativo de la cafetería, (léase con acento gringo): “El sabor, y el tiempo que nos tomamos para la preparación de los alimentos es lo más importante. Para preparar las carnes a veces son de 8 a 12 horas. Todas las salsas están siempre frescas. Nuestra hamburguesa número uno es la hamburguesa Diablo, lleva cuatro tipos de jalapeño. Es una experiencia…”, dice. “Es lo mejor para el chuchaqui”, completa con una gran risa Lindsay. Conversamos con Lindsay y Adam en la parte exterior. Al ingresar, se siente un ambiente muy familiar. Buena onda con los clientes, lo mismo con los colaboradores. “Tengo los mismos meseros que tenía hace casi 10 años, y ahora sus hijos están trabajando con nosotros. Nosotros los cuidamos y ellos nos cuidan a nosotros”, concluye Lindsay. En San Sebas frecuentemente hay actividades relacionadas al arte. Como ejemplos recientes, clases de pintura que se realizaban, mientras los participantes disfrutan de bebida y piqueos. Se involucran también en cosas sociales. Prestan ayuda a fundaciones, a veces con el espacio, en ocasiones con comida o fondos. Hacen amistad con los clientes que siempre regresan, cuando hay tiempo, se sientan a conversar. Los hermanos coinciden en que su plato favorito son los huevos rancheros… Las imágenes hablan solas. Vamos por un buen brunch.

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